Entre Padmasanas y Bach

II.26 «vivekakhâtiraviplavâ hânopâyah»

II.27 «tasya saptadhâ prântabhûmih prajñâ»

Así va trazando camino Patanjali en sus Yoga Sutras sobre cómo se puede llegar a un estado de enfoque y alineación entre la mente y el cuerpo, y por qué esto es importante para nosotros y nuestro entorno. Estos dos sutras corresponden al segundo capítulo, y T.K.V. Desikachar los traduce y comenta de la siguiente manera:

  • II.26: Los medios deben ser dirigidos esencialmente hacia el desarrollo de la claridad, para que se convierta en evidente la diferencia entre las cualidades cambiantes de lo que es percibido y la inmutable cualidad de lo que percibe. Comentario: Esto exige constantes esfuerzos para reducir la irrupción persistente de los obstáculos enumerados en el sutra II.3 y, finalmente, eliminar totalmente sus efectos. Una vez comenzada esta práctica ya se ha establecido la base del Yoga.
  • II.27: La obtención de la claridad es un proceso gradual. Comentario: La primera etapa consiste en reconocer que ciertas tendencias de nuestra mente producen efectos dolorosos. Si estas tendencias no son reducidas, podemos alcanzar un punto en que no podamos controlarlas.

Desde el año pasado que empecé a practicar Ashtanga Yoga, los espacios comunes entre el conocimiento del yoga y la práctica musical se hacen cada vez más evidentes. Más allá de la práctica física, la cual es bastante demandante (no solo en cuestión de fuerza muscular sino también de fuerza mental- levantarse a las 4am, por ejemplo), el yoga-he comprendido- es una forma de vida en donde podemos elejir entre vivir plenamente o dejarnos arrastrar por banalidades.

Estos dos sutras me llevaron a una realización personal en estos dos campos en los cuales estoy enfocada actualmente:

PROCESO

PACIENCIA

PERSISTENCIA

Proceso: comprender que hay un orden adecuado de las cosas. No podemos saltarnos pasos para llegar más rápido a la meta… Hay que ir paso a paso, y probablemente en algún momento devolvernos un poco también, esto para repasar las bases, entender que somos seres humanos «mortales» con nuestros defectos y dificultades individuales (¡Chau ego!), y para añadir cada vez más observación hacia cada detalle.

En la serie de posturas del Ashtanga Yoga, hay un orden y una cuenta específica para cada postura; el cuerpo va aprendiendo poco a poco en dónde inhalar y en dónde exhalar. Si de repente cambiamos alguno de estos procesos, el cuerpo no fluye (es decir, el prana o la «energía vital» tampoco), dificultando el movimiento entre una postura y otra. Es un método comprobado. Actualmente, por necedad mía o manifestación psicológica, tengo la rodilla y muñeca derecha lastimadas, ambas me duelen y he tenido que ir más lento en mi serie para observar qué debo cambiar para que esto no suceda.

En el violín, he tenido que «retroceder» (término muy subjetivo en ambas disciplinas, por cierto) para darle chance a mi cuerpo de que recupere condición: rapidez en mano izquierda, musculatura de brazo derecho, fluidez en cambios de posición y cambios de cuerda, seguir acostumbrándome a «peso vrs. velocidad» en mi arco nuevo, etc. Además, debo ir maquinando el repertorio que necesito dentro de mi propio proceso de aprendizaje, que me permita desarrollar nuevas habilidades pero también explotar las que ya he adquirido.

Paciencia: Todo llega con el tiempo. Aunque tengamos que retroceder para corregir mañas, esto se paga solo cuando se enciende la luz y sucede ese «aaaaahhh!!!» que te cambia la vida. Como dije antes, el proceso no es lineal, siempre aparecen algunos desvíos que nos hacen detenernos para que podamos reflexionar sobre lo que estamos haciendo.

Recuerdo vívidamente el sentimiento de cada inicio de semestre en la universidad al escoger repertorio: «no lo voy a lograr», era lo que siempre pasaba por mi mente, «es demasiado difícil, yo no puedo con esto.» Sin embargo al final presentaba mis exámenes y sentía un gran alivio al saber que sí lo habí logrado, y así podía lograr cualquier meta que me trazara si trabajaba con paciencia.

Hace unos meses tenía la primera serie de Ashtanga completa. Pude encontrar mi ritmo, podía hacer todas las posturas, ya me levantaba sola desde puente, me paraba de cabeza sin lastimar mi cuello… dije «ya está». Pero ahí, justo ahí, vino mi dolor en la rodilla, y lueguito siguió la muñeca. Ahora me toca tenerme paciencia, sobre todo a mi mente que le cuesta tanto pensar a largo plazo. Pero cada día me enfrento a mí misma sabiendo que tengo el resto de la vida para hacer mis padmasanas.

Persistencia: el trabajo día a día con amor.

Levantarse a las 4am. Estudiar lento. Comer sano y ligero. Hacer escalas, arpegios, y Kreutzer. Hacerme mi golden milk. Usar el metrónomo. Leer mi Bhagavad Gita, Sutras, repasar las posturas y números en sánscrito. Grabarme estudiando (y luego escucharme!!). Practicar aunque tenga pereza, sueño, aunque esté enferma, con hambre, triste o feliz, para verme o sonar así o asá… yoga y violín.

Hay una razón muy simple pero sumamente importante del por qué realizo estas dos prácticas: me dan una sensación de bienestar (corporal y emocional) exquisita. Sufro cuando estoy en kurmasana o cuando estoy tratando de afinar las 5tas de la Sonata 3 de Bach… pero se que cada día estoy mejorando, se que hay muchos más obstáculos y problemas qué resolver, pero precisamente ese sentimiento de «nunca acabar», de seguir aprendiendo, es lo que me motiva a continuar.

 

Deja un comentario